25.2.11

Hasta hoy

Muy bien, he aquí lo que he visto hasta hoy:
Cada cuerpo un bastión de "lo mío-que jamás será lo tuyo ni lo nuestro";
Miedo incontrolable: miedo ciego a abrir la puerta y dejarnos ver unos a otros que estamos desnudos;
Procesiones incontables corriendo atrás del amor ideal, un fantasma que siempre se disuelve, siempre,al dar vuelta a la esquina;
Inventos infructuosos de cualquier tenor y alcance para convencerse de que la felicidad pueda ser alguna otra cosa
que entregarse a los demás;
Reglas, dictámenes, teorías y credos inútiles (porque no le dan cabida al alma, bendita en su repulsión a los encierros; porque son el Olimpo de los necios que creen en llegar a alguna parte enviando al amor al destierro por ser indefinible);
Multitudes de hipócritas apedreando a los que muestran sus manos vacías;
Pesimistas sin ningún motivo;
Optimistas sin ningún motivo;
Lo-que-sea-istas subidos al carro de turno;
La desconfianza, alimentada de saber que el otro esconde en sí los mismos monstruos;
El odio, nacido de no reconocer los monstruos en nosotros mismos;
La máquina de forjar hombres a imagen y semejanza de un dios perverso, vengativo e ignorante;
Separación, separación por todas partes: esto no es aquello no es lo otro ni lo de más allá (y el doloroso preciode la soledad);
Los muertos echando tierra estéril sobre la divina semilla de la infancia en las escuelas;
La mirada impotente y mezquina de los padres que se proclaman dueños de los Hijos de la Vida, (¡la Vida!, ¡que jamás espera nada de nadie!);
Los que quieren que todo quede como está saqueando con gritos, balas o vergüenza los dones de la juventud;

¡un océano tan vasto de dolor cuando todo podría ser tan distinto!

He visto, también, los que no cejan: buscando a tientas; aferrándose (o soltándose) al centro en las mareas cambiantes; dejando un tenue rastro del perfume inconfundible en los vientos furiosos; librando, cada día, la batalla más difícil, la única noble, la de adentro; borrando con su propia sangre los dictados negros (propiosy ajenos); equivocándose, equivocándose y volviendo a empezar; dudando de su fuerza, pero ofreciendo el pecho; sabiendo que está todo por hacer, y que tendrá que ser hecho cada vez por cada uno;templando su coraje en la negrura más espesa de la noche.

Pedro Aznar